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Mostrando entradas de noviembre, 2013

Una alegría seria

El mal existe. Es algo que no se puede negar. Pero lo que es todavía peor, yo mismo, que lo repudio en los demás, soy también autor del mismo. Con mis envidias, celos y egoísmos soy también constructor del mal que existe en el universo. Yo también soy culpable y digno de castigo. Ante tal realidad, ¿Cómo puedo alegrarme siendo yo el autor de la injusticia que es causa de la tristeza de muchos otros? Una primera solución es la de negar la realidad y ocultarla con un manto de falsa piedad, como quien busca limpiar el polvo escondiéndolo debajo de la alfombra. Esta solución es profundamente inaceptable. La alegría no puede edificarse sobre la injusticia y la tristeza de los demás. No se puede negar la responsabilidad de nuestros actos. Si somos autores de la injusticia debemos pagar por ello, ya que vivir en la injusticia, sería en realidad, lo sabemos, la peor de las tristezas. "No hay nada más infeliz que la felicidad del pecador" y "es más digno de lástima quien co

Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos viven (Evangelio de hoy)

Yo soy el Dios de tu Padre Dios se presenta a Moisés diciéndole: “ Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob ” (Ex. 3, 6). “Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de quienes tu madre te hablaba con admiración cuando eras pequeño”   Dios que ha creado el universo y posee todas las cosas, que vive en una luz inaccesible, se complace en definirse como el Dios amigo de unos hombres, el “Dios de tu padre”. Ésta es también parte de su Gloria. Si Dios se presentara hoy, se presentaría de la misma manera. Solo que no hablaría ya de Abraham, Isaac y Jacob, sino que nombraría a tus propios padres y abuelos. “Yo soy el Dios de José y María Teresa, de Auro y Lola (mis abuelos)”.  Dios, que tiene hasta contados los cabellos de su cabeza, no crea hombres en serie. No los lanza al mundo y se olvida de ellos. Todas aquellas personas que hemos querido, y que ya no están con nosotros, no han desaparecido como desaparecen los imperios de este mundo; no ha

¿Realmente somos más libres?

Nos dijeron que sacaban peso para que pudieramos caminar sin límites y así seríamos más libres. Pero lo único que lograron fue sacar las barandas que nos protegían del precipicio. Ahora todos tenemos miedo a caminar por las alturas. Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza. (sal 23,4) Correré por el camino de tus mandamientos, porque me ensanchaste el corazón.  (Salmo 118, 165).   (Este creo que lo entendí solo yo. ja)