El amigo del Esposo

"En las bodas el que se casa es el Esposo,; pero el amigo del Esposo que está allí y lo escucha se llena de alegría al escuchar su voz. Esta es pues mi alegría que ha llegado a su plenitud. Es necesario que él crezca y que yo disminuya" (Jn 3,29.30)


 

Estas palabras son parte de la respuesta de Juan el Bautista al ser consultado sobre si él era el mesías. Él, ha pesar de estar en el colmo de la fama, se presenta como el amigo del esposo, que se alegra al escuchar su voz. Con ello reconoce que él no es el más importante sino no es más que el servidor de alguien mayor que él y que el ha venido solo a prepararle el camino. Por eso rebosa ahora de alegría, porque el éxito de la obra de Cristo es el éxito de su propia obra, aunque ello signifique dejar de ser el centro de atención. Ya no le importa que nadie lo escuche a él, porque ahora él escucha al Esposo.

Creo que estas palabras pueden expresar lo que ha sido la vida entera de San José. Él, como Juan, fue llamado por Dios para preparar el camino, y como él tuvo que aceptar que su misión no consistía en ser el centro y medida de su vida sino en aceptar que lo que Dios le pedía era disminuir para que él crezca.

Podemos pensar que si José pensó en despedir a María y necesitó de la voz de un ángel para recibirla como esposa fue porque sus planes eran los de cualquier esposo para con su esposa; planes que la noticia de su embarazo frustraban completamente. Por eso la maternidad de María fue para él una gran prueba que exigió de él una renuncia a todo aquello que había pensado para sí mismo y una dolorosa aceptación de la realidad que se le presentaba. Disminuir para que él crezca, porque él debía dejar paso al Esposo, al que él había sido llamado a escuchar.

A nosotros, acostumbrados a vivir en un mundo que quiere dejar de lado a Dios por considerarlo un estorbo para la verdadera felicidad del hombre, puede parecernos que esta actitud es indigna de un hombre; que servir es rebajarse y que someterse, no importa a quien, es algo indigno de la libertad y dignidad. El hombre, piensa el mundo de hoy, debe liberarse de todas la ataduras que le marcan límites, y ser él mismo el constructor del mundo. Por lo tanto, nadie debe dejar que otros le arrebaten su puesto sino que debe ser él mismo el que marque el camino, ya sea de sí mismo o de los demás.

Pero José y Juan han sido puestos por Dios para mostrarnos que la verdadera alegría del hombre no consiste en mirarse el ombligo, sino en levantar la mirada para contemplar lo que es mayor que él. Como Juan, también nosotros debemos reconocer que no somos el centro de la fiesta; no somos el Esposo sino su amigo. Pero esto lejos de humillar al hombre y rebajarlo, le hace gozar de la verdadera alegría. El hombre ha sido creado ante todo para gozarse en Dios de Dios. Nuestra alegría es estar a su lado y escucharlo. Alegrarnos de su alegría, alegrarnos de lo que él es, y esto tanto que lleguemos a olvidarnos de nosotros mismos y de todas aquellas exigencias sin las cuales el mundo parece no poder vivir.

Dios nos ha creado para vivir alegres. Por eso quiere que vivamos la buena vida y gocemos de ella. En esto consiste toda la vida espiritual: en pasar de los deleites del Viejo Adán a gozar, por el Espíritu, a de aquellos que deleitaron el corazón humano de Jesús, para quien no había otro alimento que hacer la voluntad del Padre. Como dice el salmo 37: "sea el Señor tu delicia y el te dará lo que pide tu corazón"

El cristiano no es como podría pensar alguien que no conoce a Dios un reprimido al que no le gusta la vida; sino más bien, alguien que la ama tanto que no puede conformarse con la de este mundo. No es que considere que el mundo sea malo, sino que sabe que es demasiado bueno; tan bueno que lo podría hacer olvidar del aquél otro bien por el que sólo vale la pena luchar. Ni tampoco es alguien a quien le guste sufrir, sino más bien alguien a quien la alegría del cielo basta y colma hasta tal punto de hacerle olvidar la vida de la tierra.

Para gozar de esta alegría plena debemos recorrer el camino de Juan y de José, que no es otro que el de Jesús. Ellos supieron dejar de lado aquello en lo que buscaban su realización para poder encontrar la alegría de Dios. No les importó tener que dejar aquello en lo que habían puesto su esperanza, porque ahora gozan de la esperanza que Dios da. No es este un camino fácil, porque implica renunciar a todo aquello que parece ser motivo de confianza. Requiere de nosotros dejar los bienes visibles para gozar de los invisibles y vivir en este mundo como desterrados. José tuvo que renunciar a sus planes de padre y aceptar ser el custodio de un Hijo al cual él no engendró. Pero pasada la prueba, habiendo aceptado por la fe la voz de Dios, fue llamado por los hombres padre del Hijo de Dios. También él tuvo que disminuir para dejar el lugar al Esposo, pero a cambio de ello encontró la verdadera alegría: y como Juan pudo decir "el amigo del Esposo que está allí y lo escucha se llena de alegría al escuchar su voz. Esta es pues mi alegría que ha llegado a su plenitud"

Comentarios

Entradas populares de este blog

Rezar mucho o hacer lo que tenemos que hacer?

Correr para salvar la vida

La ¿fiesta? de la Exaltación de la Cruz