La vida es un camino


La vida es un camino. Así la han retratado algunos de los más grandes relatos de la historia. La vida consiste en caminar. El de Ulises que debe volver a su tierra natal es el tema de la Odisea, el de Frodo para devolver el anillo es el de El señor de los Anillos, El del pueblo judío en el desierto es el tema del Éxodo. Los ejemplos podrían multiplicarse a montones. La vida es un camino.
Detrás de cada uno de estas obras, de las culturas más diversas, está siempre la misma intuición. Somos caminantes. La vida no está quieta. Se mueve. Cambia. Y lo que ya pasó no volverá.
Este es uno de las más grandes dificultades que atraviesa nuestro mundo contemporáneo. La generación de eternos adolescentes que somos, no quiere aceptar que es necesario avanzar. Y que para ello es necesario dejar lo pasado atrás. Somos como la mujer de Lot que no puede resistir la tentación de dirigir su mirada hacia lo que perdía y perdió así la promesa que se estaba haciendo. Es necesario crecer. Llegar a ser adultos. Es decir, ser personas que han aceptado que las hormonas y las elecciones ocasionales pertenecen solo a una linda etapa.
La vida es un camino. Hay que dejar atrás lo que no nos ayuda para ir hacia adelante. Pero no esta la única dificultad que nuestra generación encuentra para caminar. A esto se suma otra. No menor. Queremos ir por todos los caminos a la vez y por eso no nos jugamos por ninguno. Nuestra generación vive el trauma de la veleta que por querer estar en todos lados no está en ninguno fijo. Y así caminamos, nos cansamos, pero no avanzamos. Queremos vivir eternamente con la ilusión de que siempre se puede empezar de nuevo y que el tiempo no pasa. No nos jugamos por nada. Y lo que es peor por nadie. El matrimonio ha pasado a ser una cosa descartable como todas las demás. No queremos perder la posibilidad de liberarnos de aquel(llo) que no nos satisface más.
La vida es un camino. Y eso quiere decir, nos guste o no, que caminamos hacia algún lado. Que es mejor tener presente, elegir con valentía y seguir hasta el final. Cueste lo que cueste. Aunque por momentos duela. Es la única forma de no vivir como náufragos que se dejan llevar por las olas de las emociones, las modas, el que dirán, la … nada.
La vida es un camino.  Y lamentablemente termina. Es la realidad. Y mejor no hacerse la ilusión de que no es así. No caminaremos para siempre…
O sí. Yo sí lo creo. Y creo que la vida es un camino. Pero más que un camino es un peregrinar. Uno puede caminar sin rumbo. Pero no puede peregrinar sin él. El peregrinar es siempre el ir hacia algún lado sostenidos por la esperanza de la belleza del lugar al que queremos llegar. Todas las grandes religiones lo han entendido. Y sobre todo la más grande de todas ellas. La única en la que Dios juega de local porque es uno de nosotros.
Sí, esto creo yo. Que Dios se hizo hombre. Y que no solo es una meta a la cual llegar. Sino que es el camino verdadero que no defrauda y que lleva a la Vida con mayúscula. La vida que es eterna pero ya ha comenzado entre nosotros.
La vida es un camino. Caminamos hacia él. Y mientras lo hacemos, ya disfrutamos de lo que viviremos al haber llegado y cuando nuestro anfitrión se siente a la mesa a servirnos. Aunque el camino a veces se haga difícil. Y aunque a veces la suciedad que han dejado los demás hombres en el paisaje que contemplamos nos haga difícil no dudar de que llegaremos a algún lado.
Yo elijo caminar. Y aunque como a los israelitas en el desierto, sienta muchas veces las ganas de volver atrás y extrañe las pequeñas conquistas de mi esclavitud, sé que quien me ha hecho pasar por las aguas del Mar del bautismo no me engañará. No me dejaré vencer por la sed del camino. O mejor dicho, sé que no me dejará de morir de sed. Mi guía es capaz de sacar agua de las piedras.
"No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí.  En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar.  Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy sabéis el camino. Le dice Tomás: "Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino? Le dice Jesús: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí”. (Jn 14, 1-6).

(Yo le creo. No es un decir. Realmente creo que lo que este hombre dijo era verdad. Y debo confesar, a pesar de los miles obstáculos que pongo, y de un modo que no sabría explicar, la cosa funciona. No me lo han contado. Lo sé. Lo he experimentado).



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