“¿Como un joven puede conservar limpio su camino? Custodiando tu palabra” (Sal 118, 9)




Hay un episodio del primer libro de los Reyes (I Rey 12,1-19) que nos muestra el contexto de estas palabras. Al asumir Roboam, hijo de Salomón, al trono de Israel le fue pedido que rebajara la carga impositiva que su padre había impuesto. Primero se aconsejó con los ancianos que le dijeron que obedezca al pueblo y responda con buenas palabras para ganar su favor. Sin embargo, “él ignoró el consejo que los ancianos le ofrecían y buscó consejo entre los jóvenes que se habían criado con él y estaban a su servicio”. Al momento de hablar al pueblo el autor dice “El rey respondió al pueblo con dureza, ignorando el consejo que los ancianos le habían dado, 14 y les habló según el consejo de los jóvenes, diciendo…”. Las consecuencias de tal preferencia se dejarán sentir. Roboam perderá toda la parte norte del reino, la más rica y civilizada de Israel, que será gobernada por otro. Así el Reino de Israel se dividirá en dos. El autor quiere indicarnos así que la razón por la cual se produjo la división del reino de Israel se debió a que su rey abandonó el consejo de los ancianos y prefirió el de sus jóvenes amigos.
¿Por qué tal preferencia llevó a la ruina el reino? El autor supone en tal historia la visión que la antiguedad tenía de los ancianos y de los jóvenes. Es a los primeros a quien se debe pedir consejo sobre las cosas. Habiendo vivido mucho, ellos tienen experiencia de la vida y por eso conocen cómo se debe vivir, qué cosas conviene hacer y qué cosas conviene evitar. En una palabra, a ellos pertenece la sabiduría de la vida. Los jóvenes, por el contrario, son in-expertos, es decir todavía no han hecho experiencia de la vida y suelen depender todavía de sus pasiones que les hacen pensar que lo mejor es lo que les corresponde a ellos o lo que así les parece en un momento determinado.
Para un antiguo, ser joven es ser alguien que no ha tenido oportunidad de cometer errores por el poco tiempo que ha vivido y que, al mismo tiempo, cree que todo es posible porque tiene mucho tiempo por delante y está en plenitud de su fuerza física. Alguien que vive apasionadamente las cosas de su vida y que, por eso, todavía debe modelar su corazón para no se deje deslumbrar por aquellas cosas que fascinan mientras dura la emoción sino que, por el contrario, sepa elegir lo que realmente bueno, por más que su conquista cueste tiempo y sacrificio. Alguien que tiene mucho por delante. Alguien, en fin, que todavía debe aprender, no sólo intelectualmente, sino sobre todo de la vida, experiencialmente. 

Por eso, podemos encontrar en los libros sapienciales de la Escritura la siguientes frases:
“Hijo mío, desde tu juventud, busca la instrucción, y hasta en tu vejez, encontrarás la sabiduría.6:19 Acércate a ella como el que ara y el que siembra, y espera pacientemente sus buenos frutos: al cultivarla, te fatigarás un poco, pero muy pronto comerás de sus productos. 6:33 Si te gusta escuchar, aprenderás, y si prestas atención, llegarás a ser sabio. 6:34 Frecuenta las reuniones de los ancianos y si hay algún sabio, adhiérete a él. 6:35 Procura escuchar todo lo que se refiera a Dios y que no se te escapen las máximas profundas. 6:36 Si ves a un hombre inteligente, ve en seguida hacia él y que tus pies gasten el umbral de su puerta. 6:37 Examina detenidamente los preceptos del Señor y medita sin cesar sus mandamientos: él mismo afirmará tu corazón y te dará la sabiduría que deseas” (Eclesiástico 6).
Volviendo a la cita del salmo citada al inicio. Ésta se preguntaba, ¿Como un joven puede conservar limpio su camino? Y respondía, “Custodiando tu palabra”, es decir meditando sin cesar lo que Dios ha dicho. Éste es el camino para la firmeza de corazón que es el cimiento de la sabiduría en la que está la verdadera felicidad.



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